27 junio 2013

Dos habitaciones

No hay nadie más.

Una habitación rectangular pequeña, sobreocupada, casi sin lugar en el que moverse, donde todo parece ser de color gris. En el centro hay un sillón giratorio estilo bunker de la posguerra, con algunos botones de comando aquí y allá. En una pared, un escritorio amurado exhibe decenas de libros, pergaminos, mapas, cartas y notas, todo en estado de desidia. El tiempo ha correteado ancho y tendido en esta habitación sin puertas ni ventanas.

A menos de un metro del sillón hay un pozo de agua. O eso aparenta. A través del pozo, unos veinte metros debajo, está el sótano. Esta vez la luz toma color cobrizo. Las habitaciones en este lugar parecerían ser  monocromáticas. La forma del sótano es semiesférica. Una cúpula. No. Por las paredes de ladrillo, más diría un horno de barro. Aquí tampoco hay aberturas. Y tampoco hay mucho espacio para moverse. Cada centímetro está ocupado por sillitas de madera. Son todas iguales, excepto en que en el respaldo, cada una de ellas tiene una placa de madera tallada con un año en números grandes. 1902. 1930. Y así. Siglo XX nomás. A lo sumo algo del Siglo XIX.

No sabría explicarlo, pero cada una de esas sillitas es la materialización de un amor. Amores fechados, tallados en madera.

07 marzo 2013

Cámara de las copas (sin editar)

Una mesa. En la mesa tres copas dadas vueltas. Y dos pañuelos. La sala es enorme. No se alcanza a ver la pared. Con un eco húmedo resuena una puerta abriéndose. Se oye entrar a alguien y cerrarla. Despacio se acerca, al parecer nuevo en el lugar, tratando de dilucidar la naturaleza de la habitación. Cuando está a unos cuatro pasos de la mesa, en el centro, se detiene. Lleva en la cabeza un improvisado turbante blanco. Observa detenidamente los objetos y luego otea el horizonte de izquierda a derecha. No se llega a ver nada más que la mesa. Se acerca cuidadosamente a ella, mirando al techo. La habitación tiene más de cincuenta metros de altura. Exactamente encima de la mesa ve un agujero diminuto y brillante, por donde el sol ilumina una zona de diez metros de diámetro en el suelo.

El extraño de turbante llega a la mesa y mira que las tres copas de cristal están boca abajo, y contienen cada una un anillo dorado. Los pañuelos son de tela color manteca con los bordes cosidos con hilo azul. Están doblados en dos, quedando como dos cuadrados de diez por diez centímetros. No se aprecia ninguna inscripción. Se dispone a agarrar uno pero retira la mano como un acto reflejo. Se pone en cuclillas y, apoyando las manos en las rodillas mira la mesa desde su mismo nivel. Ahora puede apreciar que hay algo debajo de los pañuelos. Como una moneda grande.


Se agacha más y ladea la cabeza para mirar la parte inferior de la mesa. La madera de la que está hecha no resulta muy noble ni muy cuidada. Por el contrario, es bastante sencilla en su tipo y construcción, y está gastada por el tiempo y la intemperie. El sujeto logra ver cómo la tabla, por debajo, está repleta de unos caracteres extraños, semejantes a los del alfabeto árabe, escritos en color blanco. Es como si hubieran usado la tabla rectangular como la página de un libro.


Sigue con el dedo una línea del escrito y llega hasta un caracter con forma anzuelo rodeando cinco puntos. Suspira sabiendo que se encontraría con eso. Se endereza en cuclillas y mira el suelo perdido en sus pensamientos. El suelo no resulta liso visto en detenimiento, sino que discurren en él infinidad de surcos de medio centímetro de grosor y aún menos de profundidad. Él levanta la cabeza y le da otra mirada a los objetos dispuestos sobre la mesa.


Con congoja se para y sale caminando por donde vino. Los pasos resuenan en toda la habitación. La puerta rechina nuevamente, y se escucha cómo el sujeto del turbante la cierra desde afuera. El lugar se vacía de a poco de todo sonido, y la mesa queda exáctamente donde estaba. En el centro bajo un tragaluz diminuto lejos en el techo. Tres copas dadas vueltas. Tres anillos. Y dos pañuelos ocultando monedas tal vez. La sala es enorme. No se alcanza a ver la pared.

24 julio 2012

Vendas

Solamente tenía puesto el pijama, pero aún así se sacó la parte de arriba. Pensó que así estaría más expuesto. Cruzó el pasillo y entró al baño. Se fijó en el botiquín pero no encontró nada que le sirviera. Parado frente al espejo pensó qué podría usar.


Tenía los pelos contracturados resultado de un día largo y particularmente tedioso en el trabajo. Los ojos se hinchaban de melancolía, y los labios se habían adherido en un rictus lamentable. Eran las tres de la mañana y, solo en su casa, Sebastián llegaba a la conclusión de que la bufanda era la mejor opción.


Sin prender ninguna luz, aprovechando el resplandor que entraba desde la calle a través de las persianas bajas, llegó hasta el perchero de madera clavado al costado de la puerta de entrada. Entre la campera y el rompevientos colgaba inocente la bufanda de hilo verde.


Con ambas manos la apretó fuerte, contemplándola cabizbajo. Lo que estaba a punto de hacer lo llenaba de miedos, pero nunca estuvo más decidido. Cuando estaba por irse del living, quizo salir a ver la calle una vez más.


No hacía frío. Era una noche placentera. No corría viento ni había nubes. Hasta los típicos ruidos noctámbulos del barrio parecían estar dormidos. La luna llena y rellena fue el único testigo de un tipo divorciado, llamado Sebastián, que luego de un momento de paz en el medio de la calle se cubrió la cara con una bufanda y la ató por la nuca.


Sin moverse del lugar, se aseguró de quedar completamente vendado. Ciego. Un sentido menos. La negrura total.

09 mayo 2012

Es un trabajo para Colicole-Man


The thing is, I don't really know what I have lost. What I crave from another time. I don't.
The most realistic thought about what's this, is that those are things I never truly had.
Things I imagined. Worlds that never existed. Realms from my mind (and from others').
Of course that every melancholic person misses something probably lost anyway.
But realizing that those things actually were never there to begin with is a bit more sad.
And... Could it be in fact true to miss that wich never existed? To miss a dream?
And even deeper, if it's a bunch of dreams what I long for, why not surrender to them?
Let myself sink (or float) among dreams and fantasies, and stories?
Forsake this world, and live in others?


I don't know what the very answer is about my first concern.
But I'm pretty sure about this last one.
Why not forsake this world?
Why not permanently move to the rest of the realms?


The answer: because I can't.


I am as tied to this world as to the others.
I'm in limbo. A not so traditional concept of limbo.
Also not saying I'm the only one, no sir.
Someone already said that, right? ;)


Well, it seems I'm missing my point.
One of the side effects of being in limbo.
Can't help but to beat about the bush.


I should go to sleep.


Bye Now! ;)

21 abril 2012

Para ser

Queriendo ser claro y transparente
he tapado mi oscuridad.
Queriendo ser fuerte y huraño
he lastimado a los que me quisieron.

Encontrando momentos alegres
he caído al abismo del llanto.
Buscando perder el tiempo
me entretuve entre las nubes.

Inspirado con ideas vibrantes
me tropecé con páginas en blanco.
Distraído con el momento
me ha alcanzado el futuro.

Para ser todo lo que siempre quise ser
no he hecho nada de lo que pensé.
Mucho pensar me ha llevado a dónde llegué.
No sé qué pensar. Ya no sé.

Debería dejar de pensar. Eso lo sé.
Pero soy uno con mis pensamientos.
Ya ven. Para ser, tal vez deba dejar de.
Pero seré. Ya ven. Eso lo sé.

20 abril 2012

Me gustaría proponerle que...

Hagamos un trato

Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo.

Si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro
a pesar de esa veta
de amor desconocido
usted puede contar
conmigo.

Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense que es flojera
igual puede contar
conmigo.

Pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Mario Benedetti

28 noviembre 2011

Qué será

Salgo de ver El Padrino. The Godfather.

Salgo y me pregunto, ¿por qué estoy solo?

Déjenme detallar esto. Porque no es cualquier soledad de la que hablo.
La familia. La cosa nostra...

En términos familiares, filiales, no estoy solo. Tengo mi familia. Les sigo encontrando muchas contradicciones, muchos conflictos, y muchas diferencias conmigo mismo. Pero también con el paso del tiempo me siento más identificado con cada uno de ellos. Me siento parte. Soy una parte muy particular, lo admito. Tengo mis peculiaridades. Mis formas de ser. Pero se que estoy con ellos. Y que ellos están conmigo.

En cuestiones sentimentales siempre estuve solo. Pero con el tiempo me siento más y más cómodo conmigo mismo. Yo me acompaño, digámoslo así. Y, pese a que cada tanto me duela no tener amor con alguien y, más seguido, me desespera no tener sexo con alguien, me calma saber que soy cómo soy en gran parte gracias a que aprovecho la soledad.

Lo que me pincha, eso que me da... ¿tristeza? Si, por qué no llamarlo así.
Lo que me causa malestar es, en este momento, luego de ser el último en salir de la sala...
... es verme solo para hacer lo que quiero. Lo que elegí.
No formar parte de nada más que de mí mismo. Y yo apenas soy una parte. Tengo plena conciencia que no puedo llegar a ser un todo.

A la Tom Hagen, siempre me gustó verme como un consiglieri. Una parte, si se quiere, fundamental, decisiva. Pero secundaria. Mano derecha como mucho. Buena mano derecha. Mano que es capaz de sostener la pluma y blandir la espada. Dispuesta a ensuciarse con tierra, y a usar guante. Una mano que sabe cuando dar el cachetazo, la trompada o la caricia.

Pero una mano.

No tengo madera para ser todo.
Apenas una mano.

Y me pregunto, ¿cómo es que sintiendo esto no busqué un cuerpo al que pertenecer?

=(

Ando perdido. Ahora lo entiendo.
No niego haber encontrado otras cosas este par de años.
Encontré cosas en mí mismo. Me amigué con mi propio cuerpo.
Encontré una casa a la que puedo volver. Casa con varias grietas y alguna que otra gotera, pero que está ahí. Incluso, que está ahí en parte gracias a mí.

Pero me falta encontrar con quiénes trabajar.
Con quiénes escribir.
Con quiénes imaginar.
Con quiénes proyectar.
Con quiénes ser útil.

Con quiénes hacer algo.
Y dejar de haSer nada.
Creo que me faltan ustedes.