07 abril 2010

Cosas Cualquieras (dos)

No se el nombre del nene...

...el nene ahora juega en la calle.

En la lejanía se alcanza a ver, pequeño, el colectivo en el que viaja su madre. El nene sigue absorto en su juego, sin advertir que se mueve centímetro a centímetro hacia el centro de la calle.

A su alrededor los muchos descampados de su barrio siguen expectantes al pequeño, incapaces de hacer algo (transformarse tal vez; antropomorfizarse) que lo rescate de un destino fatal.

La madre continúa sentada. Cansada luego de un largo día de trabajo en la ciudad, piensa en qué le hará a su hijo para la cena. El colectivero acelera más. No hay paradas hasta dentro de unos 600 metros. Justo pasando la casa de la madre.

Un fenómeno propio del pueblo hace que los vehículos formen nubes de polvo delante de donde pasan en lugar de por detrás, como es normal. A causa de eso la visibilidad del conductor se reduce sustancialmente.


El nene ahora juega en plena calle, con el colectivo acercándose a toda marcha a sus espaldas. Él no se da cuenta hasta que es demasiado tarde...

De uno de los descampados emerge furtivamente la criatura más terrorífica que se halla visto por esos lugares. Avanza grandes y reguladas zancadas. La piel verde de refulgentes escamas; y unos ojos grandes, vacíos y brillantes. Alcanza al nene en la calle.

Este siente cómo el corazón se le hiela de terror y sus miembros se paralizan. Las garras de la criatura lo toman del pecho. Sin detenerse lo arrastra por el aire cruzando la calle. Al llegar al otro lado se sumerge con su joven presa en un mar de helechos.

Una nube de polvo se forma rápidamente.
El colectivo pasa de largo y frena unos cuantos metros más adelante.
La madre se baja y se dirige hacia su casa.
Esperando ver aparecer a su hijo jugando en la vereda cuando el polvo se disipe.